“Tenemos oro porque no podemos confiar en los gobiernos”
Herbert Hoover, presidente de los Estados Unidos de Norteamérica (1933)
El dólar es, sin lugar a dudas, la moneda más importante del mundo, utilizada por naciones alrededor de la Tierra como principal reserva para proteger la estabilidad de sus monedas, como divisa de referencia para establecer el precio internacional de toda clase de materias primas y como medio de pago a nivel global.
Pero, ¿Cómo fue que llegamos hasta aquí? ¿Cuál es la historia detrás del todopoderoso dólar? Y, sobre todo, ¿De dónde proviene su extraordinaria fortaleza?
La historia detrás de esta realidad, contada en tres actos, nos permite entender los riesgos del actual sistema monetario construido durante los últimos cien años alrededor del dólar.
Primer acto: El estándar de oro
El “estándar de oro” o “patrón oro” es un sistema monetario mediante el cual los países respaldan el valor de su divisa con oro. Con el estándar de oro los países se comprometen a convertir su papel moneda en una determinada cantidad de oro. En otras palabras, bajo este sistema el oro respalda el valor del dinero.
El principal atractivo del estándar de oro es evitar que el control de la emisión del dinero esté basado en decisiones arbitrarias tomadas por los gobiernos. Con un respaldo en oro físico actuando como límite para la emisión de dinero, una sociedad puede mantenerse alejada, de forma simple, de los males de la inflación.
El estándar internacional de oro surgió en 1871, siguiendo la adopción del mismo por parte de Alemania. Para 1900, la mayoría de las naciones desarrolladas tenían sus monedas ligadas al estándar de oro. Irónicamente, Estados Unidos fue uno de los últimos países en adoptarlo.
En las décadas previas a la Primera Guerra Mundial, el comercio internacional se desarrollaba bajo el patrón oro. En este sistema, el comercio entre las naciones se liquidaba en oro físico. Las naciones con superávits de exportación acumulaban oro como resultado de sus exportaciones. Por el contrario, las naciones con déficits de exportación veían cómo sus reservas de oro se reducían al pagar por sus importaciones.
Segundo acto: “In gold we trust” (En el oro confiamos)
Cuando la Segunda Guerra Mundial estaba por finalizar, los principales poderes de Occidente se reunieron para desarrollar el acuerdo de Bretton Woods, sistema mediante el cual las monedas de todas las naciones participantes estarían valuadas en relación al dólar, convirtiéndose así en la principal divisa de referencia y reserva. El dólar, a su vez, sería convertible en oro, a razón de $35 dólares por onza.
A través del sistema Bretton Woods, el sistema financiero internacional continuó -indirectamente- operando bajo el patrón oro.
Tercer acto: Promesa rota
El acuerdo de Bretton Woods comenzó a colapsar en 1968, cuando las naciones participantes, preocupadas por la guerra de Vietnam y el alto costo de la misma para la economía de los Estados Unidos, comenzaron a exigir la conversión de sus dólares en oro. En los años siguientes, tanto Bélgica como los Países Bajos convirtieron en oro sus reservas de dólares, mientras que Alemania y Francia expresaban intenciones similares. En agosto de 1971, Gran Bretaña solicitó la conversión de sus dólares en oro, forzando la intervención del gobierno norteamericano.
En 1971 el presidente Nixon detuvo temporalmente la convertibilidad del dólar en oro. Con esta decisión, el mercado internacional de divisas, que se había vuelto cada vez más dependiente del dólar desde la promulgación del acuerdo Bretton Woods, perdió su conexión formal con el oro. El dólar estadounidense, y por extensión, el sistema financiero global sostenido en él, perdió todo respaldo en oro y entró en la era del dinero fiduciario (fiat currency), respaldado únicamente por la confianza en dicho país.
Más de 50 años han transcurrido desde la medida “temporal” decretada por Nixon. Nunca el dólar volvió a recuperar su respaldo en oro. En estos 50 años, el dólar ha perdido el 98% de su valor vs el oro, pasando de una paridad de $35 dólares por onza, a más de $1,800 dólares por onza de oro.
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