Invertir en oro y bienes raíces es una estrategia común entre quienes buscan seguridad y crecimiento patrimonial. Ambos activos han mostrado alzas significativas en los últimos 60 años, pero lo hacen de manera distinta. Descubra cómo el metal dorado y los bienes raíces responden ante factores económicos como la inflación, tasas de interés y estabilidad financiera.
Cambios Económicos e Inflación
En 1971, el fin del patrón oro desencadenó un aumento histórico en el precio del metal dorado, pasando de $35 dólares por onza en 1971, a $417 dólares en 1981; un incremento del 1,100% en solo diez años. La inflación y la inestabilidad económica de la época impulsaron esta alza, estableciendo al oro como refugio en tiempos de incertidumbre.
Aunque los precios de las propiedades inmobiliarias aumentaron, las altas tasas de interés limitaron el acceso al crédito, moderando así su crecimiento. A pesar de esto, los bienes raíces mostraron estabilidad y solidez como activos tangibles.
Divergencia de Comportamiento
Después del auge de la década de 1980, el precio de la onza de oro se estabilizó en torno a $300 y $400 dólares en los años noventa, debido a una economía más controlada y una baja inflación. Esto mostró que el oro suele tener un mejor desempeño en tiempos de incertidumbre económica que en condiciones de estabilidad.
Con la inflación bajo control, el mercado inmobiliario experimentó un período de auge. Las viviendas ganaron valor de forma constante, beneficiadas por tasas de interés decrecientes y un mercado crediticio fuerte.
Crisis Financiera
Durante la crisis de 2008, el precio del oro se disparó, superando los $800 dólares por onza, demostrando una vez más su rol como seguro en tiempos de recesión e incertidumbre financiera.
En contraparte, la crisis hipotecaria en los Estados Unidos de ese año afectó gravemente al sector inmobiliario, con caídas dramáticas en los precios de los bienes raíces y una lenta recuperación posterior. La vulnerabilidad de los bienes raíces en tiempos de crisis financiera se hizo evidente.
Pandemia e Inflación
La incertidumbre causada en 2020 por la pandemia del COVID-19 y la inflación resultante del aumento de la oferta monetaria, principalmente en Estados Unidos y Europa (por los estímulos económicos a sus habitantes), llevaron el precio del oro a niveles récord a partir del 2020, ubicándose en $1,700 dólares por onza; para continuar su ascenso gradual durante esta década, alcanzando los $2,000 dólares por primera vez en su historia en noviembre de 2023; y posteriormente llegando a máximos históricos que superaron los $2,700 dólares en octubre de 2024.
Como resultado de la pandemia de COVID-19, los bienes raíces experimentaron un auge impulsado por bajas tasas de interés y una alta demanda. Sin embargo, en 2023, el aumento de las tasas de interés frenó el crecimiento de los precios, mostrando la sensibilidad del mercado inmobiliario a las condiciones de financiamiento.
Tres Factores Clave que Influyen en el Precio del Oro y los Bienes Raíces
Inflación: El precio del oro suele aumentar cuando la inflación es elevada, protegiendo así el poder adquisitivo de quien lo posee. Los bienes raíces también ofrecen una cobertura, aunque su valor se ve afectado por el acceso al crédito hipotecario.
Tasas de interés: La subida de las tasas de interés encarece las hipotecas, ralentizando el mercado inmobiliario como resultado de una menor oferta que típicamente impacta negativamente los precios de los inmuebles. Del mismo modo, cuando las tasas de interés reales (por arriba de la inflación) aumentan de manera sostenida, el oro tiende a perder atractivo frente a bonos y otros instrumentos de deuda.
Situación económica: El oro brilla como refugio seguro durante las crisis económicas; mientras que los bienes raíces, aunque estables a largo plazo, son más vulnerables a las recesiones debido a la falta de liquidez y a las condiciones crediticias desfavorables.
Resiliencia y Rentabilidad en el Largo Plazo
Entre el oro y los bienes raíces, los inversionistas pueden optar por el metal dorado en situaciones de incertidumbre o alta inflación en las que se busca inmunidad a la situación económica del país o región, mientras que los inmuebles pueden funcionar mejor para quienes buscan proteger su patrimonio a largo plazo en países donde la situación económica y una eventual falta de liquidez no son temas de preocupación. En ambos casos, estos activos deben complementarse en una cartera diversificada para equilibrar seguridad y rentabilidad, mitigando riesgos económicos futuros.
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